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En el mes de octubre de 1918, azotó la capital tamaulipeca una epidemia de Influenza Española que no respetó la vida de miles de personas.
En la Ciudad ejercían su profesión los doctores Felipe Pérez Garza, Antonio Valdez Rojas, Raúl Manautou y Praxedis Balboa, además del homeópata Manuel Gómez, quienes a cualquier hora, respetando el juramento de Hipócrates, recorrían los barrios atendiendo enfermos.
La Botica Central y la del Profesor Arturo Olivares, surtían con eficacia las pastillas de sulfato de quinina, para fiebre y dolores, ayudando a los infectados a bien morir.
Eran tantos los fallecimientos, principalmente ente los pobres, que la presidencia municipal contrató un carromato tirado por una mula, mejor conocida como La Pirulina. El vehículo tenía descubierta la parte posterior, de tal manera que un cochero de nombre Paco, amontonaba los cadáveres trasladándolos al cementerio del Cero Morelos, para que fueran sepultados en una fosa común de grandes dimensiones.
En plena epidemia de la influenza española, el doctor Felipe Pérez Garza inició los trabajos para la construcción de su casa, ubicada en la calle Matamoros. Una vez terminada, ordenó a los albañiles que instalaran en la parte superior de la puerta principal, un escudo con sus iniciales F.P.G.
La picaresca local comentaba jocosamente que las iniciales colocadas en la entrada de la casa, significaban: F (fue). P (pura). G (gripa), refiriéndose a la bonanza económica que logró el doctor durante la epidemia.
En la Ciudad ejercían su profesión los doctores Felipe Pérez Garza, Antonio Valdez Rojas, Raúl Manautou y Praxedis Balboa, además del homeópata Manuel Gómez, quienes a cualquier hora, respetando el juramento de Hipócrates, recorrían los barrios atendiendo enfermos.
La Botica Central y la del Profesor Arturo Olivares, surtían con eficacia las pastillas de sulfato de quinina, para fiebre y dolores, ayudando a los infectados a bien morir.
Eran tantos los fallecimientos, principalmente ente los pobres, que la presidencia municipal contrató un carromato tirado por una mula, mejor conocida como La Pirulina. El vehículo tenía descubierta la parte posterior, de tal manera que un cochero de nombre Paco, amontonaba los cadáveres trasladándolos al cementerio del Cero Morelos, para que fueran sepultados en una fosa común de grandes dimensiones.
En plena epidemia de la influenza española, el doctor Felipe Pérez Garza inició los trabajos para la construcción de su casa, ubicada en la calle Matamoros. Una vez terminada, ordenó a los albañiles que instalaran en la parte superior de la puerta principal, un escudo con sus iniciales F.P.G.
La picaresca local comentaba jocosamente que las iniciales colocadas en la entrada de la casa, significaban: F (fue). P (pura). G (gripa), refiriéndose a la bonanza económica que logró el doctor durante la epidemia.
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Para quienes tanto nos han pedido una foto nuestra, aquí estamos...listos para hacerle frente a la influenza y manteniendo nuestra identidad bien resguardada...jejejejeje
Saludos.
Pepe M.
