martes, 9 de septiembre de 2008

LA BATALLA


Los sonidos de la batalla cada vez se escuchaban más cercanos.
En la línea de fuego, un subalterno se dirige a su superior.

- Comandante, nuestras fuerzas están siendo diezmadas. El enemigo es muy poderoso. Estamos registrando un gran número de bajas. ¿Qué vamos a hacer?

- Llame a los refuerzos soldado, no podemos dejar que nos derroten así como así. Necesitamos la presencia de los Blancos.

- Señor, el huésped no contribuye en nada, no hace lo necesario para ponerse a salvo. Las condiciones en las que se mueve provocan la proliferación de los agentes nocivos.

Un fuerte estruendo se escucha y las hordas enemigas hacen su arribo. Poco es lo que los bravos defensores pueden hacer ante la feroz arremetida.

- Comandante, ¡han penetrado las defensas! ¡Son demasiados y se empiezan a apoderar de todo a su paso!.

- No hay nada que podamos hacer ya, soldado. Anuncie la retirada. Ante un embate de tal magnitud ni los Blancos podrían ayudar en este momento.

Poco a poco el calor fue subiendo, señal inequívoca de que el enemigo había logrado la victoria.

Las pocas defensas que quedaban, caían presa de la ferocidad de los agentes enemigos. El avance mortal era imparable.

- Si hubiéramos conocido con anterioridad al enemigo, habríamos sabido qué hacer. No es posible que nos tomara desprevenidos.

- Imposible soldado. Las miles de caras que pude mostrar hacen que su ataque sea difícil de prevenir. Debemos reconocerlo, nos han vencido.

Más allá del campo de batalla, un escalofrío recorría el cuerpo del huésped. El fluido que empezaba a salir de su nariz y el malestar que se apoderaba de su cuerpo evidenciaban la irremediable situación: Estaba enfermo de gripe.


Pepe M.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena crónica...
Excelente descripción de lo que ocurre con una gripa.
Saludos.
Luly